De Coplas y Viajeros: Silvio Rodríguez en estado puro

Luego de su anterior registro con banda (Amoríos, de 2015), en este nuevo disco , el artista cubano volvió a instalarse en el formato íntimo. Las trece canciones de Para la espera lo muestran con criterios de sobriedad en las interpretaciones y sin delegar funciones.

Grabado en los estudios Ojalá de La Habana, el disco se publica solamente en plataformas digitales. Silvio Rodríguez abusa de sí mismo y de sus cualidades y,  además de la guitarra,  toca el bajo y la percusión y produce segundas voces y coros.  También se ocupó de diseñar la portada.

El disco está plagado de metáforas y dedicatorias . Siempre austero y despojado de efectos, agrega un sutil silbido en Aunque no quiero, veo que me alejo,  canción que suena a despedida antes de morir con la intención de dejar mensajes póstumos. En Conteo atrás, establece el valor de la autocrítica y el deseo de no excusarse por los errores, quizás la obra con sentencias más auto-referenciales del disco.Silvio continúa arrojando botellas al mar con mensajes que esclarecen y profundizan su instropectiva a la hora de escribir y componer.  La adivinanza, canción que abre el álbum, fue también la elegida para publicar como single hace unos meses, a modo de anticipo.

Siete afectos de Silvio fallecieron este año y ellos son los destinatarios de sus dedicatorias, entre ellos Marcos Mundstock.  Noche sin fin y mar está dedicada  al español Luis Eduardo Aute, fallecido en abril. En esta lírica,  se resigna ante la inmensidad del universo y la pequeñez de la raza humana.  Cuando Silvio se la cantó en la clínica, Aute despertó transitoriamente del coma.

No hay canciones de barricada. Se trata de un puñado de temas que tomó de sus ensayos y pruebas en su estudio, borradores en los que encontró un concepto y por eso las pulió y redondeó.

Aunque algunas no resultan explícitas, siempre hay dedicatorias ocultas.  Viene la cosa, anuncia la llegada de «algo» que romperá el orden general impuesto o torcerá el rumbo, o sellará el status-quo, pero que significará un impacto que nos atravesará indefectiblemente. La canción tiene el privilegio de formar parte del repertorio que Silvio elige para sus conciertos en los barrios.

Los cantautores se esmeran mucho para producir  melodías originales, Silvio lo sigue consiguiendo. También acierta al encontrar en sus canciones  un concepto que les da entidad y las habilita a abrir la puerta para su circulación.  En esa sintonía, incluye Jugábamos a Dios, obra que integró la banda de sonido de la película Afinidades.

Lejos del discurso con sentencias moralistas y alejado también de la idea de sojuzgar al vecino, muestra un modo alternativo de observar el comportamiento de la humanidad.  Si Lucifer volviera al paraíso, invita a reflexionar sobre los puntos en común de ángeles y demonios.

Reinvindicando el valor de la poesía al servicio del escuchador sensible, en la breve Una sombra, anuncia el final ineludible de un camino. Compensando, levanta el ánimo y alienta el futuro en Los aliviadores, tema dedicado a su hija y a su nieto, nacidos ambos casi en misma fecha y que cumplen esa misión no impuesta de «aliviar» su existencia.

Modo frigio es la traducción de un sueño de amor y dolor.  Un fragmento de Danzón para la espera, titula el disco.  El tema tuvo un largo proceso de creación y puede aplicarse a cualquier evento  que amerite una espera.  La idea tuvo como disparador la detención en Miami de cinco oficiales cubanos acusados de conspiración.  Silvio retomó la obra inconclusa y decidió incluirla en este disco, resignificándola.

(*)Pedro Robledo.